martes, 11 de enero de 2011

Capítulo XX: De vuelta (pero por poco tiempo).

Tras unas vacaciones, merecidas o no, ha tocado volverse a Varsovia. Lo cierto es que han estado muy bien estas navidades, porque aunque la vida Erasmus es la mejor (aquí, sin la botella de ron), se echa de menos estar en casa y con los amigos (y también la consola, pero eso en otro orden de cosas). Por eso me sabía un poco mal tener que volver, sobre todo teniendo en cuenta lo que me esperaba.

Para mi sorpresa, la habitación estaba habitable, no había lemúridos vagando por la cocina y mis cosas estaban tal y como las dejé, pero el día estaba gris, la nieve marrón y el hecho de tener que limpiar, hacer la compra y deshacer las maletas no ayudaba a dejar de echar de menos Vigo.

Pero bueno, supongo que todo ese sentimiento se debía al viaje de vuelta, un viaje que duró 15 horas más o menos. Yo sólo me limitaré a decir que ni de coña, es decir, ni aunque secuestren a todo el mundo y la supervivencia de la raza humana dependa de que yo pase una noche en un aeropuerto, aún así, lo siento señores pero en ese caso la humanidad se va a tomar por saco. Y es que no hay mucho que hacer en un aeropuerto por la noche, yo sin embargo: di paseos, noté como mi cabeza se iba para todos los lados por el sueño, estudié, di paseos, tomé café, di paseos, hablé con el personal de limpieza del aeropuerto, tomé Burn (lo siento Héctor), me encontré con amigos de Varsovia, nos dijimos que nos daba pena volver, nos contamos lo que habíamos comido en navidades y bastante tiempo después, llegamos.

Antes de eso, hicimos el viaje de vuelta a casa. Mi itinerario era: Varsovia - Barcelona, una hora y 45 minutos para facturar y luego a coger el vuelo de Barcelona a Santiago de Compostela. Hasta ahí todo bien, pero días antes de coger el avión me di cuenta de que una hora y 45 minutos es poco tiempo para facturar, yo intentaba no pensar en lo que podría pasar si se retrasaba el avión, pero gracias a dios estaba Jon (el de más a la izquierda, qué cara de liante tiene) para recordarme lo que podría pasar y meterse conmigo, no le culpo, yo habría hecho lo mismo.

Sin embargo, el avión llegó incluso antes de lo previsto. Me despedí de los amiguetes, y corriendo que es gerundio. Facturamos las maletas, Coca-cola, bocata de jamón (que se echaba de menos) y luego, unas horas después, ya estábamos en Santiago. De los últimos momentos con los amiguetes, sólo diré que me dijeron que "comiera mucho maris... ¡jamón y polvorones Rodri!". Como si no me llegara con los vaciles de mi padre.





























Y eso ha sido más o menos lo que ha pasado en las últimas semanas. Lo peor viene ahora, porque son las 10:30 de la mañana, ya estoy desayunado y duchado, la habitación recogida, el indio en modo "vegetación", los cacharros fregados, la basura sacada y sólo me queda estudiar. Si, estudiar, porque en 16 días Héctor y yo tenemos que hacer el que esperamos sea nuestro último examen en esa fábrica de mamarrachos que es la Escuela de Ingenieros Industriales. En fin, que nosotros nos lo hemos buscado, pero por quejarse que no quede. Lo dicho, que estos días toca estudiar seriamente y que en dos semanas estoy de vuelta en Vigo.

Por cierto, perdón por la redacción hacia atrás, aunque la historia es fácil de seguir. En fin, que hasta dentro de unos días, no sin antes, dejar esta canción.