jueves, 24 de marzo de 2011

Interludio IV: Estamos averiados.

Como diría Pepe Domingo Castaño: "Hola hola!".

Bueno, llevo ya unos días pasando más tiempo en el despacho 112, que en mi habitación. Hay quien diría que es porque la música de mi compañero de habitación es insoportable, o quizás porque soy un chico responsable al que le gusta trabajar. Pero nada más lejos, una de las peores cosas que le puede pasar a un joven (traducción: persona altamente dependiente de un ordenador) es que este se estropee, pero no, ¡lo peor es que se estropee en Polonia!


Así que nada, como soy un hombre hecho y derecho tendré que esperar a que venga mi papá y mi mamá a solucionarme lo del ordenador. Mientras tanto, a los que os habéis dejado caer por aquí y a los que me dicen que a ver cuando pongo una entrada, os diré que cuando esto se solucione The Warsaw Volta tiene preparado hablar de: La ciudad vieja, el museo del levantamiento, la visita de Ana y sus padres y la gastronomía del Erasmus, así como nuevas situaciones del día a día en nuestros Problemas de convivencia. De momento, os dejo música de esta que le gusta a los jóvenes polacos y cierro esto antes de que mi ordenador diga adiós.

Nos vemos en ná!

lunes, 7 de marzo de 2011

Capítulo XXV: Nos fuimos de viaje (otra vez).

Todo empezó hace casi tres años. Laura y Cristina estaban de Erasmus en Francia, pero como por aquel entonces casi no nos conocíamos (el casi sobra), pues no fui a visitarlas. Sin embargo ahora, éstas dos lectoras, auxiliares de conversación o foreign language assistants, están en Milton Keynes y como desde hace tres años, después de los exámenes de febrero, me voy a visitar a la gente:


Seamos francos, el viaje empezó mal, de pena. Levantarse a las 3 de la mañana no es bueno (a no ser que vayas a ver algún partido de la NBA), pero lo peor fue ver como el conductor del único autobús nocturno que va al aeropuerto pisaba el acelerador a la vez que nos miraba como diciendo "excelente" mientras el autobús se alejaba y los pasajeros nos dedicaban una sonrisa. Así que... ¡a correr a por un taxi! Encontramos uno justo al lado de la residencia, pero el remedio casi fue peor que la enfermedad, porque no se puede uno fiar de un conductor que se queda dormido en los semáforos. Pero al final cogimos el avión y lo más importante, llegamos a nuestro destino.




















Y allí estaba Miss Cristina, como la llaman algunos de sus alumnos (sólo los que se portan bien) para recogernos, llevarnos a su casa (porque éstas no viven en un piso de estudiantes para 10, éstas chicas tienen hasta jardín) y luego a dar una vuelta antes de buscar a Miss Laura. Y ya estando los cuatro (la otra persona que falta es la directora de fotografía de The Warsaw Volta), nos fuimos a patear Milton Keynes. Hay que decir que aunque Laura y Cristina enseñen Castellano a jóvenes ingleses, aunque Alba ya sea casi ingeniera y yo sepa por fin como poner la lavadora, somos muy catetillos, o eso debió pensar la recepcionista del concesionario de Aston Martin cuando nos dejó hacer el cenutrio en uno de sus coches (igual se pensaba que íbamos a comprarlo).





























Así somos nosotros, nos encanta reirnos (bueno, me encanta a mí; éstas no aguantan las cosquillas). A mí en especial, me gusta la Fórmula 1. Es raro el domingo que hay carrera y no estamos mi padre y yo viendo al calvo ese, con mi padre diciendo "¿Qué tendra que hacer Alonso para caerte bien?". Yo siempre le digo que tiene que ganar un mundial con Ferrari y luego hablamos, pero este año los de Red Bull se empeñaron en que eso no pasase. Pero los muy mamarrachos fueron más allá: montaron una fábrica en Milton Keynes, pusieron el coche de 2007 colgado de una pared, unos cuantos trofeos y se dedicaron a ser unos bordes con los que fuimos de visita.




















Pero que conste, a Laura, Alba y Cristina les agradezco y les agradeceré el gesto (aunque no me dejaron contarles casi nada de la Fórmula 1). Lo cierto es que nos trataron muy bien. Nos abrieron la puerta de su casa (que insisto, si los desgraciados con los que viven limpiasen, sería un palacio), aunque luego, por culpa del gas, tuvimos que abrir todas las ventanas.


Al final se solucionó todo y el viaje estuvo muy bien. No hay que engañarse, Milton Keynes no es una gran ciudad, pero eso no hace falta para hacer compras estúpidas en el Poundland, hacer cosquillas a Laura, acercar a Cristina a los patos y decirle a Alba que no va a salir en el blog. Nos fuimos de vuelta a Varsovia contentos por cómo lo habíamos pasado (que es lo importante) y con la promesa de ir a la playa en verano y a jugar al baloncesto. Y por si queda alguna duda, yo recomendaría la visita a amigos y familiares (aunque a veces los camareros me dejen esperando por el postre).

Ahora tengo nuevo compañero de habitación, voy a poner nuevas cosas en el blog y aquí está la música. Nos vemos.